La patente del sillón podológico

sillon-podologicoEn teoría las patentes se desarrollaron para evitar que aquellas empresas que dedicaran recursos para la investigación dejaran de hacerlo debido a las copias de otras empresas piratas. Sin embargo, y como suele suceder en casi todo lo que nos rodea, la idea se fue corrompiendo hasta el punto de «re-inventar» productos o, directamente, patentar otros que la empresa propietaria de la patente jamás se construiría con el fin de que quienes sí estaban dispuestos a crearlos les tuvieran que pagar una tasa especulativa. Se trata de las patentes piratas, patentes que en vez de crearse para combatir la piratería, eran burocráticamente diseñadas para piratear a la competencia.


El sillón podológico es un caso de una de estas patentes. En 1991 a un par de estadounidenses se les iluminó la bombilla y decidieron que, por supuesto, sería un gran negocio patentar una silla específica para los profesionales de la podología. Así que se pusieron manos a la obra y en un par de semanas llevaron ante la oficina local de patentes un documento que explicaba como sería ese increíble sillón. Si habéis hecho clic en el enlace os habréis dado cuenta ya que se trata de un par de vocetos de un simple sillón de autobús con reposabrazos y un par de cables con un micromotor conectado. ¡Gran invento que a nadie antes se le habría ocurrido ni a nadie después se le podría ocurrir!

Una década antes, a otra pareja de estadounidenses se les había ocurrido la misma idea: los dentistas necesitaban tener un sillón específico. Tras arduas tardes cabilando llegaron a la actual patente del sillón de dentista. Como se puede observar en las imágenes del anterior enlace es muy diferente al sillón del podólogo (para los menos observadores: el del dentista no lleva micromotor, ¿10 años de investigación fueron necesarios para llegar a ese punto?).

La lástima es que ninguno de estos genios de la ingeniería sillil se hubiera dado cuenta de que ya en el año 1928 hubo un soñador que pensó que los callistas norteamericanos necesitaban su sillón. ¡Cuantas horas de diseño y desarrollo echadas por tierra! Es más, todos ellos podrían haber bebido del diseño original de la silla de barbero de L.W.Boys del año 1882.

Disculpad la ironía, pero es que todo esto es un sinsentido. Hemos llegado a un punto en el cual nada tiene sentido. Cada vez que compras un sillón para tu clínica estás pagando una parte a un par de tipos que con todo su morro copiaron la patente de un sillón de dentista y la adaptaron ligeramente para que tuviera cabida un micromotor. Es más, estás pagando tasas por cada aparatejo que incluya el sillón (pedales, bandeja, etc). Un sinsentido.

Leave a Comment

Your email address will not be published.

*

1 Trackback